martes, 25 de noviembre de 2014

Los primeros comienzos...



Uno de los elementos más característicos de los Ejércitos del mundo es sin duda la tradicional Banda de Guerra, tan representativa como el saludo militar, la disciplina inquebrantable o el verde olivo de los uniformes; bajo la marcial cadencia de sus notas, las tropas acrecientan su gallardía al tiempo que aumenta la admiración de propios y extraños.
Muchos de los más importantes hechos de armas históricos, han tenido a los tambores y cornetas como protagonistas de primer orden, pues fueron sus toques vibrantes quienes encabezaron cargas victoriosas, asaltos desidiosos y porque no decirlo, en no pocas ocasiones los más valientes soldados tuvieron que volver las espaldas al toque de "retirada".
Las Bandas de Guerra acompañan a los hombres de armas desde hace milenios. Ya en algunos pasajes bíblicos encontramos huellas de su existencia, como el conocido episodio de Josué, quien según la tradición derribó los muros de Jericó mediante el sonido de sus trompetas. Se sospecha sin embargo, que su origen es aún más antiguo, pues existe la creencia de que algunas tribu primitivas utilizaban flautas de hueso durante las incipientes luchas, esto con el objeto de amplificar el sonido de los gritos de guerra, cuyo propósito era (y sigue siendo) aumentar la moral de los combatientes y amedrentar al enemigo.
Más extendido entre muchos pueblos, el cuerno se utilizó profusamente entre los egipcios, griegos, hunos y otras etnias para dar ordenes de ataque, aunque podemos considerar a la tuba romana (especie de trompa metálica) como el verdadero antecesor de los actuales instrumentos de banda, ya que los romanos poseían un código de cuarenta y tres toques militares que se ejecutaban con este instrumento, con lo que llegamos al segundo propósito de los instrumentos militares: la transmición de órdenes.
Un poco después hizo su aparición el otro instrumento clásico de guerra: el tambor; no obstante, la intención de producir sonidos no solamente con el aliento es más antigua que el tambor, ya que muchos grupos primitivos e incluso las legiones romanas, hacían sonar sus escudos para ahuyentar su miedo, transmitirlo al enemigo o asustar a sus cabalgaduras; una vez perfeccionados los tambores o timbales, su sonido, aunado al de los instrumentos de viento, hizo aparecer un tercer elemento en el campo de batalla: el ritmo, ya que a su cadencia las tropas se desplazaban a través del combate, tal como ahora lo hacen en tiempo de paz, en desfiles y paradas militares.
Haremos mención de un histórico episodio acaecido en el año de 1192 de nuestra era: al ataque del Sultán Saladino de Jaffa, que fue narrado por un testigo ocular de la siguiente forma: Los tambores y las trompetas hacían un ruido pavoroso, entraron en acción las máquinas de lanzamiento, los minadores excavaron por debajo de la muralla, por fin éstas se derrumbaron; el ruido era tan terrible que podía pensarse que se hundía el mundo. Con fuerte clamor fueron los mahometanos al ataque. Como podemos ver, aún no iniciaba el siglo XII cuando ya existía en las Bandas de Guerra de algunos ejércitos una estructura similar a la actualmente empleada.



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