Uno de los elementos más característicos de los
Ejércitos del mundo es sin duda la tradicional Banda de Guerra, tan
representativa como el saludo militar, la disciplina inquebrantable o el verde
olivo de los uniformes; bajo la marcial cadencia de sus notas, las tropas
acrecientan su gallardía al tiempo que aumenta la admiración de propios y
extraños.
Muchos de los más importantes hechos de armas
históricos, han tenido a los tambores y cornetas como protagonistas de primer
orden, pues fueron sus toques vibrantes quienes encabezaron cargas victoriosas,
asaltos desidiosos y porque no decirlo, en no pocas ocasiones los más valientes
soldados tuvieron que volver las espaldas al toque de "retirada".
Las Bandas de Guerra acompañan a los hombres de
armas desde hace milenios. Ya en algunos pasajes bíblicos encontramos huellas
de su existencia, como el conocido episodio de Josué, quien según la tradición
derribó los muros de Jericó mediante el sonido de sus trompetas. Se sospecha
sin embargo, que su origen es aún más antiguo, pues existe la creencia de que
algunas tribu primitivas utilizaban flautas de hueso durante las incipientes
luchas, esto con el objeto de amplificar el sonido de los gritos de guerra,
cuyo propósito era (y sigue siendo) aumentar la moral de los combatientes y
amedrentar al enemigo.
Más extendido entre muchos pueblos, el cuerno se
utilizó profusamente entre los egipcios, griegos, hunos y otras etnias para dar
ordenes de ataque, aunque podemos considerar a la tuba romana (especie de
trompa metálica) como el verdadero antecesor de los actuales instrumentos de
banda, ya que los romanos poseían un código de cuarenta y tres toques militares
que se ejecutaban con este instrumento, con lo que llegamos al segundo
propósito de los instrumentos militares: la transmición de órdenes.
Un poco después hizo su aparición el otro
instrumento clásico de guerra: el tambor; no obstante, la intención de producir
sonidos no solamente con el aliento es más antigua que el tambor, ya que muchos
grupos primitivos e incluso las legiones romanas, hacían sonar sus escudos para
ahuyentar su miedo, transmitirlo al enemigo o asustar a sus cabalgaduras; una
vez perfeccionados los tambores o timbales, su sonido, aunado al de los
instrumentos de viento, hizo aparecer un tercer elemento en el campo de
batalla: el ritmo, ya que a su cadencia las tropas se desplazaban a través del
combate, tal como ahora lo hacen en tiempo de paz, en desfiles y paradas
militares.
Haremos mención de un histórico episodio
acaecido en el año de 1192 de nuestra era: al ataque del Sultán Saladino de
Jaffa, que fue narrado por un testigo ocular de la siguiente forma: Los
tambores y las trompetas hacían un ruido pavoroso, entraron en acción las
máquinas de lanzamiento, los minadores excavaron por debajo de la muralla, por
fin éstas se derrumbaron; el ruido era tan terrible que podía pensarse que se
hundía el mundo. Con fuerte clamor fueron los mahometanos al ataque. Como
podemos ver, aún no iniciaba el siglo XII cuando ya existía en las Bandas de
Guerra de algunos ejércitos una estructura similar a la actualmente empleada.
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